En medio de la discordia y la incertidumbre sociopolítica, Fernando Pérez Ventura reflexiona sobre si todavía queda alguna esperanza en el mundo.
por Fernando Pérez Ventura
Fernando Pérez Ventura es originario de México y cuenta con una sólida formación académica y espiritual. Es Licenciado en Ciencias Bíblicas por el Instituto Evangelístico de México y en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Obtuvo su Maestría en Ciencias Bíblicas en la Comunidad Teológica de México.
Su interés por el sentido profundo de la vida lo llevó a especializarse en Logoterapia y Análisis Existencial, completando un diplomado en DAU Escuela de Vida (Lima, Perú) y una especialización conjunta entre esta institución y el Instituto Viktor Frankl de Viena, Austria. Además, está certificado como Consejero con Sentido, integrando sus conocimientos teológicos y humanistas para acompañar a otros desde una perspectiva de esperanza y propósito.
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Foto por IA Generativa
En un tiempo en dónde el miedo, el sufrimiento, la crisis económica, la polarización social y un sinnúmero de situaciones complejas vivimos en nuestras sociedades, nos preguntamos si existe todavía la esperanza. En estos momentos, los gobiernos del mundo se encuentran en la toma de decisiones más complejas y difíciles frente a su soberanía territorial y la representación de sus países, además de unos juegos geopolíticos en donde las grandes potencias están creando espacios oportunos para establecerse como los países que gobernarán el mundo.
Ante este contexto mundial, ¿hay esperanza?, ¿qué sentido tiene la esperanza hoy?, ¿cuál es la esperanza cristiana hoy?
En el Antiguo Testamento existen varios términos que nos indican esperanza; sin embargo, hay dos que nos denotan lo que en muchas ocasiones llevan confundir a los cristianos porque está la esperanza y la tensión del miedo de lo que se espera. El primero es Yahkal, que significa «esperar, esperar el bus, esperar en la fila, esperar la llegada de una persona, etc.». El segundo término es Qavah, que se relaciona con la palabra Qav, que significa «cordón», cuando este cordón se estira se presenta un proceso de tensión hasta que se rompe. Así, es la esperanza un momento de tensión y expectativa mientras esperas que algo sucede. Es como un sembrador que hace su primer trabajo de poner la semilla en la tierra y, luego, con mucha paciencia y sentido de esperanza, vislumbra que esa semilla germine, se desarrolle y tenga fruto. No es tener optimismo solamente, no es ver positivamente la vida o las circunstancias; es tener la confianza de la acción que vendrá o de un resultado de manera confiada y en tensión.
En el Nuevo Testamento existe la palabra griega elpis, que también puede vislumbrar una idea de esperanza. Es la palabra que resulta de la resurrección de Jesús, quien dentro de nuestra fe es nuestra esperanza de vida. La tumba vacía abrió un nuevo camino de esperanza, Jesús es nuestro sentido de esperanza. La resurrección es la luz de nuestra esperanza, es la alegría que permite ese sentido de esperanza aún en las circunstancias adversas, como ocurrió en los tiempos de Jesús y luego en la persecución de los primeros cristianos y en la historia posterior hasta nuestros días. Pablo nos presenta a través de sus memorias la importancia de tener gozo y paz en medio de las circunstancias dolorosas, donde el Señor, por su Espíritu Santo, promueve ese sentido de esperanza por su propio poder.
Byung Chul Han, un filósofo de Corea del Sur que estudió en Alemania, ha escrito un libro impresionante sobre el “Espíritu de la Esperanza” en cual se centra en tres aspectos importantes para él y, creo, también para nosotros.
El sitúa este Espíritu de la Esperanza en tres aspectos: La trascendencia, la fe y el amor. No está centrado en las cosas que producimos, ni en el consumo que realizamos, porque esto no produce esperanza; produce estrés, enfermedad y en algunos casos, muerte. La sociedad de consumo nos ha engañado proponiéndonos que las cosas inanimadas son más importantes que cualquier otra cosa; sin embargo, para Han, no produce esperanza; no es la Qavah, ni la Elpis. Así es que, este filosofo, encuentra lo que las mismas Escrituras nos presentan, la importancia de la esperanza que está ligada a la vida, al resurgir, al experimentar lo que se nos presenta en la vida basada en los hechos muerte y resurrección de Jesús. Este es el horizonte que da Sentido a nuestro devenir, a nuestro quehacer, a nuestra participación comunitaria. La riqueza de lo que produce estar con alguien, los encuentros con el otro, la otra se nos presenta al respirar, observar, al abrazarnos, dialogar, al estar en silencio. Estos son importantes dentro de ese Sentido de la Esperanza.
El encuentro con Dios, con la trascendencia, con la vida misma nos conduce al entender mejor el Sentido de la Esperanza.
Un hermoso tema y profundo a la vez, sin embargo, podemos rescatar que hoy en día al ver tanto sufrimiento que produce miedo, es importante alimentar el Sentido de la Esperanza que se encuentra en el seguir y esperar en la persona de Jesús. No en los distractores, no en aquello que nos deshumaniza, sino en aquello que nos fortalece, nos abraza y nos motiva a seguir adelante. La presencia de Jesús y de su espíritu en la comunidad de fe, en el encuentro con los hermanos y hermanas a la cual nos convoca el Señor para fortalecernos. Dios nos motive a través del Sentido de la Esperanza en estos tiempos de incertidumbre y los convierta en momentos con Sentido de Esperanza.