En la última entrega de esta entrevista de tres partes, Gilberto Flores cuenta sobre su vida y liderazgo cristiano desde una perspectiva bíblica y pastoral.
por Gilberto Flores y Adriana Celis

Foto cortesía por Pablo-Sushi Flores. De izquierda a derecha Gilberto y Rosita Flores
En esta entrevista dividida en tres partes, Gilberto nos cuenta sobre su vida, sobre el liderazgo cristiano desde una perspectiva profundamente bíblica y pastoral. Desde su experiencia en el acompañamiento pastoral, su discernimiento frente a oportunidades de poder, y su capacidad de conectar con otros desde la empatía, su voz resuena como una guía clara para quienes desean ejercer un liderazgo fiel al evangelio.
A través de sus historias, aprendizajes y convicciones, esta serie nos recuerda que el verdadero liderazgo no se mide por el cargo que se ocupa, sino por la disposición del corazón para lavar los pies, abrir la mesa y caminar con otros en medio de sus luchas. En palabras de Gilberto: «Si queremos que la iglesia no muera, debemos vivir para servir».
Matilde: una mentora inesperada
Uno de los momentos que marcó su visión de liderazgo ocurrió a los 24 años, cuando fue enviado a servir en una pequeña congregación en el sur de Guatemala. Allí conoció a Matilde, una anciana de espíritu firme y sabiduría sencilla que, sin títulos ni reconocimiento oficial, ejercía una profunda influencia en su comunidad. Fue ella quien, con claridad y determinación, le enseñó que liderar es servir, acompañar, conectar… y hacerlo sin esperar nada a cambio.
«Espero que esté aprendiendo algo de mí, si quiere que la iglesia no se muera», le dijo Matilde, plantando en su corazón una semilla que con los años se convertiría en su visión ministerial.
Un liderazgo relacional, no institucional
Gilberto no se considera a sí mismo un líder, en términos tradicionales. Prefiere decir que ha procurado servir a la comunidad con pasión, integridad y cercanía. Más que funciones administrativas o títulos eclesiásticos, su ministerio ha estado marcado por la relación: «El liderazgo pastoral no es una tarea de oficina. Sin relaciones, se vuelve un simple ejercicio religioso».
A lo largo de su vida ha buscado motivar, acompañar y formar personas que vivan el evangelio con autenticidad. Ha sido mentor, facilitador, compañero de camino y, a veces, también profeta incómodo. Pero siempre desde una convicción: «El que quiera ser grande entre vosotros, sea vuestro servidor».
Influir desde la humildad
Para Gilberto influir no es imponer, al contrario, la verdadera influencia ocurre cuando escuchamos a los demás, valoramos sus ideas y compartimos las nuestras como parte de un diálogo. No importa si recibimos crédito. Lo importante es que la verdad compartida se siembre y dé fruto en comunidad. «Lo que uno dice debe ser un insumo para el discernimiento colectivo— explica— Que otros hagan suya la idea es más valioso que nos reconozcan por haberla dicho».
Para finalizar, con emoción contenida, Gilberto regresa al consejo que marcó su vida: «Viva de tal manera que la iglesia no muera». Para él esa es la meta del liderazgo cristiano. No controlar, no sobresalir, sino sostener, sanar, unir. Ser reflejo de Cristo.
En un tiempo donde el liderazgo es medido por números, likes o plataformas, Gilberto nos recuerda que lo que realmente transforma es la cercanía, el carácter y el servicio desinteresado. Porque al final, como decía Jesús, «si yo, vuestro Maestro y Señor, he hecho esto, ustedes también deben hacerlo con sus hermanos».
Hemos concluido la última parte de la entrevista realizada a Gilberto Flores sobre su vida y obra. Agradecemos profundamente su generosa disposición para compartir con nosotros los momentos más significativos de su trayectoria, así como las reflexiones que han marcado su caminar personal, ministerial y académico.